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En los pilares de todo proyecto relacionado con la Infancia debe asentarse una idea clara sobre qué tipo de niños y niñas queremos tener.  Pero no es solo una cuestión de mirar al futuro, pensando en esos adultos que un día serán, sino que es una cuestión de presente, que además urge que se impregne de reflexión, de sensatez y de sentido común.

En la antigüedad, el periodo relacionado con la niñez era muy corto, las necesidades económicas de la vida adulta empujaban el crecimiento de los más pequeños que encontraban en el entorno de los pueblos y ciudades su lugar y espacio de juego.  Aunque pareciera que aquellos niños tuvieran una infancia idílica, la realidad es que no se pensaba en sus necesidades, ni en su momento evolutivo, ni siquiera había ropas adaptadas para ellos y ellas, tampoco mobiliario infantil que les permitiera ser.  Nunca hemos estado más preocupados por cómo criar y educar a nuestros hijos y nuestros alumnos que en la actualidad.

Observar, estar y acompañar

Las estanterías de casa se llenan de manuales de crianza, internet nos abre un abanico de posibilidades que a veces nos confunde y llena de miedos e incertidumbres, los métodos educativos nos proponen mil y una actividades que hacer con los más pequeños, pero nos olvidamos de lo más importante: mirarles a ellos, estar con la infancia y acompañarles es un compromiso que esta sociedad se tiene que hacer.

La presencia del adulto empieza a ser fundamental, la necesidad de hacer por hacer y también las pantallas, nos despistan de lo fundamental y dejamos de observar lo que los niños y niñas son, hacen y también lo que necesitan.  Y mientras tanto, ellos y ellas sí nos lo cuentan con sus juegos, con sus expresiones emocionales, con sus ocurrencias, con sus movimientos.  Solo con mirar, solo con estar, podríamos entender mucho más de lo que nos quieren decir y quizás no necesitaríamos seguir uno u otro método educativo, bastaría nuestra propia intuición para acompañar a la infancia y ayudarles a desarrollarse en plenitud de la manera más ajustada.

“El ser humano lleva todo consigo, solo hace falta descubrirlo, permitir que surja”, decía Ute Strubb colaboradora de Elfriede Hengstenberg, autora del libro Desplegándose, que elaboró todo un tratado basado en la independencia del niño en quietud y en movimiento.

También el pedagogo Bernard Aucouturier,  precisamente mirando a los niños, generó todo un dispositivo, un espacio de Psicomotricidad, que les permitiera crecer desde lo que ya son.

“Yo creo en el niño.

Yo creo en la forma original de ser del niño.

Yo creo en el educador que respeta esa originalidad y que favorece su evolución.

Yo creo en el educador que coloca al niño en el centro del dispositivo educativo.

Creer en el niño es, en primer lugar, ofrecerle el afecto, la ternura y un marco de acción lo más regular posible, con el fin de apoyar un sentimiento de seguridad, necesario para el desarrollo de todas sus funciones”.

Bernard Aucouturier

Siguiendo estas enseñanzas y las de tantos otros, recojo el inspirador título del libro de Bernard “Actuar, jugar y pensar”, que nos permite acercarnos a la Infancia desde la idea de lo que los niños y niñas YA SON.  Son Acción, son Juego y son Pensamiento.

Acción, juego y pensamiento

La relación que los más pequeños establecen con su entorno es siempre a través de la acción.  A veces nos inquieta el movimiento de los niños, pero sinceramente ¿no nos preocuparía más su quietud?, cuántas veces hemos escuchado: “qué quieto está, algo malo pasa”.  Así es, el niño juega y piensa en acción, transforma el mundo que le rodea con su movimiento, moldeándolo y dándole sentido para él, interpretándolo, adaptándolo a sus necesidades.

La pediatra y pedagoga Emmi Pikler, desarrolló todo un sistema de investigación para demostrar que si permitimos el movimiento natural y libre de los niños y niñas, sin forzar sus posturas y precipitar su crecimiento, esto incidirá en su desarrollo cognitivo, emocional y social.

No se trata de no poner límites al movimiento, sino de entenderlo como la manera de ESTAR y SER que tiene la Infancia.  Porque esta mirada hace que todo cambie: el acompañamiento del adulto, el espacio, los materiales… en entorno en general acoge lo que el niño necesita.

“Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan”. Jean Piaget.

El juego es una de las herramientas más poderosas con las que cuenta la Infancia.  Se han escrito ríos de tinta sobre la importancia de jugar, las metodologías educativas se han adaptado para incluir el juego en su manera de hacer, que va creciendo en cursos y edades, porque jugar no es solo cosa de niños.

Hay tantos referentes que nos han hablado y han investigado sobre la importancia del juego que sería imposible abarcarlos todos, pero sí que me gustaría que nos paráramos en aquellos grandes de la educación que nos decían que la infancia aprende jugando y que no podemos olvidarnos de que sus enseñanzas forman parte también de nuestro día a día.  “Los niños y niñas no juegan para aprender, pero aprenden porque juegan” nos decía Jean Piaget, cuya pedagogía ha asentado las bases de la educación de hoy.  Y en otro ámbito, añadía Albert Einstein llevándoselo a su terreno: “los juegos son la forma más elevada de investigación”.  Y ya por último, y parafraseando a Aucouturier “jugar es una fuerza fundamental de la vida”.  Y entonces, ¿qué podemos hacer los adultos para favorecer los momentos de juego de los niños y niñas?.

El tercer pilar para entender cómo SIENTE la Infancia, es conocer cómo construyen su pensamiento. Gracias a la acción y al juego, los niños y niñas van apropiándose del mundo que les rodea, que debe ser rico en propuestas y en experiencias, que les ayuden a pasar de la acción al pensamiento.

Creatividad, creación, investigación, descubrimiento, equivocación, repetición, son solo algunas palabras que recogen la manera en que los niños y las niñas exploran el mundo, escogen aquello que les interesa, aprenden de lo que ven, para dejar plasmado en el entorno su propia huella.  Los niños estén en el contexto que estén, no esperan a nadie para preguntarse, para crear estrategias de pensamiento y principios de acción.  Siempre y en cualquier lugar desempeñan un rol activo en la construcción del saber y comprender.

Pero no se trata de estimularles, ni  tampoco de correr, ya que el crecimiento tiene su propio ritmo, por más que estiremos el cuerpo del niño, no va a crecer más rápido, pues pasa lo mismo con el aprendizaje.  El entorno llega para enriquecer lo que ya tiene, como decía Ute Strubb: “El ser humano lleva todo consigo, solo hace falta descubrirlo, permitir que surja”.