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Por Silvia Alcaraz.

Como maestra en Educación Infantil, psicomotricista, como coordinadora pedagógica de un proyecto como el del Colegio Reggio de Madrid y también como madre, el tema de los materiales de juego y aprendizaje es quizás el asunto, al que más vueltas le he dado.

No es fácil elegir y discernir lo que vale, de lo que no vale. En la era del consumo, se ha instalado el imperio de usar y tirar, todo llega rápido, casi sin desearlo, y también desaparece rápido, como sin rastro, sin huella de lo que ha supuesto para nosotros ese juego o ese material.  Parece que nada nos vale, nada nos llena, nada nos satisface.  Y lamentablemente esto es algo que estamos transmitiendo a los más pequeños, pese a que ellos y ellas son capaces de jugar con un simple palo creando las más brillantes historias o guardarse una piedra como si fuera el más preciado tesoro.  ¿Qué nos están contando que necesitan?

Materiales con alma

Personalmente pienso que los materiales tienen “alma”, se impregnan de las vivencias de las personas, de su aroma, se moldean según su uso, parece que nos cuentan de quiénes son.  ¿Queremos que la infancia se pierda esto? Quizás podamos darle una vuelta, pararnos a pensar, porque si ellos le dan un sentido a lo que hacen, los adultos debemos elegir con sentido sus espacios y sus materiales de juego.

El enfoque de las Escuelas de Reggio Emilia, en Italia, pone el acento en los materiales de desecho.  Ha creado todo un sistema de recogida de residuos que permiten dar una segunda oportunidad a materiales a los que les esperaba la basura, pero no lo ha hecho de cualquier manera.  Ha creado el Centro de reciclaje creativo llamado Remida.  Un proyecto cultural de sostenibilidad, creatividad e investigación sobre materiales de desecho del que se nutren todas las escuelas de la zona.  Le da la vuelta al mensaje de que el desperdicio es imperfecto, y defiende que puede ser un recurso creativo, educativo y sobre todo ético.  Pone en marcha todo un dispositivo de ensayo y error con todo aquello que ya no queremos.

Vamos a ponérselo fácil con el material, vamos a permitirles crecer de manera integral.

Esta idea de dar una segunda oportunidad a lo que se tira, reinventando nuevos usos, convive con la idea de obtener materiales de calidad, bien pensados y con poca estructura, que permitan a los niños y niñas crecer.

Estos juegos de calidad deben ser adaptables, es decir, deben poder crecer con la Infancia.  Por ejemplo, un material de construcción es utilizado de una manera cuando el niño es pequeño, pero no pierde posibilidades de uso cuando ese mismo niño crece.  Las pequeñas casitas de los inicios, se convierten en grandes ciudades cuando son mayores.  Qué interesante sería que el material pueda también crecer con ellos, qué gran mensaje de cuidado del entorno se esconde detrás de esta posibilidad.

Además, debe permitirles abordar juegos diversos, situaciones diferentes que les lleven a crecer, que respondan a las necesidades de su momento evolutivo y también y porqué no, les ayuden en las situaciones personales por las que tantos niños y niñas de hoy en día pasan.  Construir y construirse.  Construir historias, juegos imposibles. Construirse representando sus propios anhelos y dificultades, encontrarse consigo mismo.

Deben estar presentes los diferentes lenguajes, las diversas maneras que la infancia tiene de contar y entender la vida.  Pueden servir para elaborar un juego simbólico, para darle un uso matemático o quizás sonoro, quién sabe.  Fue precisamente Loris Malaguzzi quien nos dejó el legado de los Cien lenguajes del niño: “Tiene cien lenguas, cien manos, cien pensamientos, cien maneras de pensar y de jugar…” Vamos a ponérselo fácil con el material, vamos a permitirles crecer de manera integral.

“a veces no sabemos, quién juega con quién, si el juguete con el niño, o el niño con el juguete”. Ana Tardós, Instituto Loczy.

Los materiales deben ser comprensibles para ellos.  A veces, los acompañamos de tantos estímulos, que como dice Ana Tardós, psicóloga y directora del renombrado Instituto Loczy de Budapest, especialistas en la Infancia: a veces no sabemos, quién juega con quién, si el juguete con el niño, o el niño con el juguete”.   Los materiales deben permitir la sorpresa, invitar a la provocación, a la investigación y también favorecer la autonomía de la infancia.  Si para jugar con un material, necesitan de la constante presencia de un adulto, desde luego que no está cumpliendo con el objetivo que nos hemos propuesto.

Deben ser sostenibles, que no agredan al medio que los acoge, que se fusionen con el entorno como uno más, como una prolongación del espacio.  Calidad que no cantidad.  Los niños y niñas no necesitan tanto para jugar.

Calidez y belleza, dos conceptos interrelacionados entre sí, que nos trasladan a las cualidades táctiles y visuales tan subjetivas, pero al mismo tiempo tan universales, que nos invitan a fijarnos en unos objetos sí y en otros no.  Esas mismas cualidades que nos llevan a tocarlos, provocando una serie de sensaciones, rompiendo la barrera que existe entre el material y nuestra piel que nos conecta con el mundo que nos rodea. Los niños en general se sienten muy atraídos por objetos que simulan elementos de la naturaleza, por algo será.

Manejables, que permitan al niño la manipulación, percibir sus propiedades táctiles y también su propio efecto sobre los objetos, algo tan necesario para el aprendizaje.   Cuando manipulan los objetos, los tocan con sus dedos, los sienten, los acarician, se encuentran con sus cualidades con esos matices que les permiten aprender de ellos.  Simples, que fomenten la creatividad, que les permitan crear sus propias imágenes.

“El objetivo de la enseñanza no es producir aprendizaje, sino producir condiciones de aprendizaje”. Loris Malaguzzi.

Estos son algunas cuestiones sobre las que he podido reflexionar durante mis años de práctica educativa, no sin algunos momentos de ensayo y error, que solo me han llevado a aprender y acercarme a la infancia de una manera más ajustada.  Quiero acabar con una frase de Loris Malaguzzi que decía: “el objetivo de la enseñanza no es producir aprendizaje, sino producir condiciones de aprendizaje.  No nos tenemos que ocupar de tanto.