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Pensar en el Espacio que habitan los niños y niñas y cuidar del Ambiente en el que la infancia se mueve, no parece que sea una cuestión a discutir.  La idea de generar espacios que acojan las necesidades de los más pequeños ha ido tomando forma con el tiempo.  Ya muchas escuelas, entornos de la ciudad y muchos hogares se piensan para acoger el movimiento, la creatividad y la necesidad de relación que tienen los niños.  Pero la manera y la forma en la que la idea se hace materia, SÍ es una cuestión que nos ocupa, ya que todo cambia según la lente con la que miremos.  Buscar un lugar donde la infancia pueda SER y no solo HACER, es el nuevo reto al que nos enfrentamos.

Pilares pedagógicos

Se ha caminado mucho desde que aquellos pedagogos innovadores de finales del siglo XIX, reparaban en la importancia de adaptar el espacio a las necesidades de los niños. Así una María Montessori, pediatra y pedagoga, daba vueltas al mobiliario infantil, cortando las patas a las sillas y adaptándolas a la estatura de los más pequeños liberándoles de la constante presencia del adulto, “ayúdale a hacerlo por sí mismo” nos decía.  Detrás de este repensar el espacio, se asentaron las bases pedagógicas de un modelo que no ha perdido fuerza, el llamado Método Montessori, que diseñó todo un sistema de acción para acompañar a la Infancia.  Una manera de hacer que revisaba al adulto, las materias, los materiales y por supuesto el espacio.  Ahora nos parece impensable que los niños y niñas de aquella época no tuvieran un mobiliario adaptado para ellos, que les permitiera la autonomía que necesitan para su óptimo desarrollo, pero así fue. 

“Ayúdale a hacerlo por sí mismo.” Maria Montessori. 

En aquellos tiempos de inquietud pedagógica surgieron otras figuras como la del pedagogo Loris Malaguzzi, creador de las tan vanagloriadas Escuelas Reggio, situadas en una pequeña ciudad del norte de Italia llamada Reggio Emilia, de ahí viene el nombre de este enfoque.  Un enfoque, que por primera vez pone título a la importancia de pensar el espacio como un elemento que va más allá de la mera función: “El TERCER EDUCADOR”.  Estableció una relación de cooperación entre el niño, el maestro y el espacio.  Nos decía que “uespacio bien preparado actúa también como maestro, por tanto, la organización del entorno físico es crucial”, y sabía bien de lo que hablaba.  Puso en marcha una red de Escuelas Municipales y Centros de Infancia con la participación del Municipio de la ciudad y las gentes del pueblo.  Creó una pedagogía activa, investigadora y reflexiva, y gracias a ello hoy podemos disfrutar de todo el pensamiento filosófico que se esconde tras el diseño de un espacio.  Vamos a ver los principales pilares: 

Se parte de una organización viva, donde los diferentes elementos que habitan el lugar pueden tener distintos usos, nuevas posibilidades. Debe ser manejable, transformable por adultos y niños, permitiendo diferentes maneras de habitarlo y usarlo en el transcurso de la jornada o con el paso del tiempo.  Porque los niños y niñas de hoy son diferentes a los de mañana, se concibe el espacio como un organismo vivo que se mueve y transforma atendiendo a las necesidades de cada momento y debe ser capaz de cambiar, evolucionar según quien lo habite, manteniendo sus características genéticas. 

Existe un diálogo entre lo externo y lo interno, entre el espacio diseñado y el entorno que lo rodea, la ciudad.  Esto nos lleva al compromiso con el medio ambiente, al cuidado de los demás, a una relación de respeto con todo aquello que nos rodea.  El usar y tirar de estos tiempos rápidos que nos invade, no conjuga bien con esta concepción del espacio que pretende cuidar de nuestro planeta, aliándose con él, fusionándose con sus formas y sus materiales, como una parte más del entorno natural que lo rodea.     

“Un espacio bien preparado actúa también como maestro”. Loris Malaguzzi.

Se concibe el ambiente como un lugar amable, cálido y acogedor, que genera bienestar y pertenencia al lugar, todo ello como resultado múltiples factores que van desde la forma de los espacios, pasando por la organización funcional, e incluyendo el conjunto de percepciones sensoriales como la luz, el color, la acústica y también cuestiones táctiles, que permiten que diferentes personas puedan encontrar su lugar sin perder por ello el espacio personal. 

El ambiente es simple, es sencillo, pero no descuidado, impera el orden porque el diseño del espacio se ocupa de que todo tenga un lugar.

El conjunto final está formado por subconjuntos, es decir formado por diferentes elementos como son los objetos, la iconografía, los materiales…  todos ellos diferentes pero que conviven en armonía y en equilibrio.

Acoge a todos de manera diferente, pero permite ser personalizado y disponible para recibir la huella del niño o niña que lo habita. Debe ser flexible permitiendo ser modificado por los procesos de auto-aprendizaje. 

Parten de un modelo que acoge la relación, un lugar para muchos y también para unos pocos. 

Es un ambiente que habla de calma y serenidad, tan necesarias para salud de los individuos que habitan los espacios, y que pueden encontrar en ellos también momentos  para la privacidad y a veces, la necesaria pausa. 

Es estimulante, que no rico en estímulos.  El ambiente se concibe como un lugar polisensorial, que permite la creatividad. 

Acoge el movimiento natural de las personas que lo visitan, sacando el mayor partido a las posibilidades que ofrece las medidas limitadas por sus paredes, sin perder por ello la esencia del proyecto, ni la movilidad. “Con lo que tengo qué puedo hacer”, es un lema que persigue cada uno de sus pensamientos y sus actuaciones. 

Diseñar un espacio no es solo colocar unos muebles.

En general hablamos de un espacio alternativo a lo tradicional, más abierto, que mira de cerca los procesos de los niños y niñas que lo habitan, acogiendo las relaciones, las vivencias, un espacio que da paso a la vida.  Estos grandes pedagogos nos dejaron un gran legado, que no podemos perder de vista, porque diseñar un espacio no solo es colocar unos muebles.